Anabel Alonso, actriz: “Intento no censurarme. Me tiro siempre al barro a ver qué pasa”

Es Nochevieja y Murielle está sola en su casa. Los ruidos de la calle le impiden el sueño. Está irritada y los recuerdos van y vienen y se le agolpan en ese amanecer desolador, en el que grita al mundo ante la injusticia de su vida. La mujer rota, texto escrito por Simone de Beauvoir sin puntos ni comas, es un monólogo tenso y muy enérgico, con el que Anabel Alonso (Barakaldo, 60 años) vuelve al teatro. La función, dirigida por la pareja de la intérprete, la directora argentina afincada en España Heidi Steinhardt, se representa en el teatro Infanta Isabel, de Madrid, desde el 8 de octubre al 18 de noviembre, tras su paso por Bilbao y Vitoria. Anabel Alonso, presentadora de televisión, actriz, humorista y guionista, es también coproductora del espectáculo.
Pregunta. No es su primer monólogo en el teatro. Ya tiene 60 años. ¿Qué necesidad artística le mueve?
Respuesta. Debuté en teatro con un monólogo de Dario Fo con solo 20 años. Empecé la casa por el tejado, lo que es la osadía de la juventud y la ignorancia. Es verdad que La mujer rota es un texto complicado y difícil. Metérmelo en la cabeza me ha costado lo suyo. Estoy en un punto de mi vida que busco alicientes y me pongo retos complicados. No puedo estar en mejores manos que en las de Heidi. Si soy sincera, a mí no me dan miedo los riesgos, porque como siempre digo: “Aquí no nos jugamos la vida, si acaso el amor propio”.
P. ¿Pero se siente muy sola en el escenario?
R. Los monólogos son tan exigentes que no eres muy consciente de esa soledad. Tienes tanto trabajo que no piensas mucho en ello. No es soledad lo que siento, sino mucha responsabilidad.
P. Es hora y media de una energía elevadísima desde el principio y a lo largo de toda la función. ¿Lo aguanta bien?
R. Me ha costado mucho, los ensayos han sido muy exigentes. Ella ya entra por todo lo alto, no se va retroalimentando gradualmente a lo largo de la función. Es un auténtico crossfit actoral, porque la verborrea que tiene, el ritmo, el esfuerzo físico y emocional es muy fuerte.
P. ¿De dónde saca la energía?
R. No sé si es energía u osadía. Yo, de entrada, a todo digo que sí. Hay muchas veces que somos nosotros mismos los que nos censuramos y yo intento no censurarme. Me tiro siempre al barro a ver qué pasa.
Nunca he sido la chica de la película. Eso me ha ayudado mucho"
P. ¿Se cuida usted especialmente?
R. No. No tengo una vida sedentaria, pero no soy de gimnasio y, además, como de todo. Todo en su justa medida, pero no me privo.
P. No es usted una de las actrices a las que con la edad han dejado de llamar. ¿Se siente una privilegiada?
R. Absolutamente. Quieras que no siempre hay una edad sobre los cuarenta que estás entre dos aguas y que tienes dificultades. También se puede deber a que toco bastantes palos y a que no soy un tipo de actriz basada en el físico. Nunca he sido la chica de la película. Eso me ha ayudado mucho. He estado en una especie de limbo, un espacio temporal y ahí me he quedado.
P. ¿Qué valor tiene el teatro en su carrera?
R. El teatro es la madre del cordero. El proceso de trabajo en los ensayos que es buscar, probar, equivocarte, no acaba con el estreno. Es entonces cuando empieza otro trabajo más enriquecedor. En todas las funciones encuentras cosas. Es un trabajo de orfebrería, en el que pasas por todo el arco. No es comparable a la televisión o al cine. La televisión me gusta mucho y, además, te da popularidad, pero al cine no he conseguido engancharme.

P. Su nombre se relaciona con el humor y la comedia. ¿Cree que le limita de alguna manera?
R. No. Nunca me he sentido ni encasillada, ni aburrida o limitada. El humor, en mi caso, viene de fábrica. La comedia, al menos, tiene muchos estilos y te permite un arco creativo muy amplio. Agradezco mucho a la televisión la popularidad porque eso me ha permitido afrontar proyectos de teatro, como este de La mujer rota, en la que soy coproductora.
P. Es un texto que, sin desdeñar el humor, es un grito al mundo sobre la injusticia. ¿Qué le sugiere?
R. La primera impresión fue la complejidad, la impotencia y la rabia de esta mujer insoportable y enfadada con el mundo. Es una mujer a la que vas queriendo y comprendiendo a lo largo de la función y acabas llorando con ella y pidiendo a Dios que exista.
P. Es una mujer agrietada que suma desgracia tras desgracia. Nada que ver con su vida, ¿no?
R. Todos tenemos nuestras luces y sombras, pero mi balance tanto en lo familiar como en lo personal o profesional es totalmente positivo. He tenido un hijo con 55 años, algo que tenía descatalogado y que ha sido un regalo.
P. Su pareja, Heidi Steinhardt, es la directora del espectáculo. ¿Es la primera vez que trabajan juntas?
R. No. Nos conocimos trabajando en una función que dirigía ella, Lastres, y luego hemos hecho teatro en el off de Buenos Aires.
P. ¿Cómo ha sido el trabajo?
R. Lo llevamos bastante bien, pero es difícil porque intentar separar las dos vidas casi quirúrgicamente y no llevarte las dudas a casa y las movidas domésticas al ensayo no es fácil. También hay una parte muy positiva porque nos consentimos cosas mutuamente.
Somos un país de emigrantes. No me entra en la cabeza esa flaca memoria"
P. La literatura de Simone de Beauvoir interpela de manera directa al mundo de la mujer y a sus deseos. ¿Hemos avanzado algo?
R. Hay un poco de todo. No se puede negar que hemos avanzado, hemos dado pasos de gigantes, pero son insuficientes y nos falta mucho. Me preocupa el momento de involución y me sorprende el dominio del machismo en chicos y, también, chicas jóvenes. Se creen que les estamos quitando los derechos y lo que les estamos quitando son privilegios.
P. ¿Qué reflexión le sugiere el discurso antiinmigración que se está instalando en nuestro país?
R. Somos un país de emigrantes. No me entra en la cabeza esa flaca memoria. Gracias a la inmigración tenemos los niveles de riqueza que tenemos. Los emigrantes están haciendo los trabajos que los españoles y españolas no quieren hacer. Buscando a alguien para cuidar a mi niño no se presentó ni una española, tampoco a mis padres. ¿Qué es criticable? ¿Las pateras? Hay que ver los países de donde vienen. No se juegan la vida por capricho. El sistema económico de nuestro país se mantiene gracias a los emigrantes.
P. Asidua de las redes sociales. ¿Le han hecho daño?
R. Me he hartado de las redes sociales, pero daño cero. ¿Qué daño me van a hacer a mí cuatro descerebrados que se esconden detrás del anonimato? Me aburro. Mientras el anonimato esté consentido en las redes sociales y te puedan insultar, difamar, inventarse cosas sobre mí con total impunidad, yo ahí no pinto nada.
EL PAÍS